No hace falta ser independentista para sentir cada vez con mayor
premura un gran deseo de romper con España. Resultan insoportables tantas
cosas: una familia real a la que sólo le ha faltado un retratista goyesco para
emular a sus antepasados, el espectáculo
del gobierno esperpéntico del PP, una verdadera parada de payasos siniestros;
la escasa calidad democrática de un parlamento constituido por personas ajenas
a la voluntad popular, obedientes a las consignas de sus jefes; una clase
dirigente en la que cada vez impera más la mediocridad y la falta de criterio
ideológico...
Pero hablemos de Cataluña, donde no parece que las cosas vayan mucho
mejor, porque mientras toda la atención la acapara el enfrentamiento entre
secesionistas y unionistas —con espectáculos muy entretenidos del tipo El bueno,
el feo y el malo como el que protagonizan Mas, Junqueras y Duran Lleida, o
culebrones como La Camarga—, sufrimos el expolio de los servicios
públicos esenciales y un recorte general de derechos laborales y salarios y
pensiones.
La verdad, no sé si CiU lo ha hecho todo muy bien y acabará saliéndose
con la suya... o si se les ha escapado el asunto de las manos y no tienen ni
idea de cómo acabará reventando. Y es que, por no saber, nadie sabe si CiU quiere
realmente la independencia, quizá ni ellos mismos, porque lo único que tienen
claro es su voluntad de aplicar la doctrina neoliberal a costa de destruir el
bienestar social y la calidad de vida de las clases populares.
A todo esto... ¿algún día se alcanzará la independencia? Que la calle esté llena de
manifestaciones multitudinarias a favor, no tiene por qué garantizar nada. Todo
este fervor puede desvanecerse al primer tropiezo. Soy de los que vivimos en
1977 la Barcelona del mitin de la CNT en Montjuïc, con 150.000 asistentes, y
las Jornadas Libertarias Internacionales, con 600.000 participantes, y sé
perfectamente qué quedaba de toda aquella efervescencia tan sólo dos años
después. Los entusiasmos son volátiles y en el momento actual, caracterizado por
el individualismo exacerbado, la falta de compromiso afectivo y la fragilidad
de los vínculos humanos, esta volatilidad resulta aún más intensa.
Quizá por eso, a pesar de que el independentismo obedece a argumentos
históricos y culturales, últimamente hay quien lo defiende partiendo de motivos
de racionalidad económica. El bolsillo es de las pocas cosas que aún fideliza
en esta época postmoderna... siempre que no haya otro que pague mejor, claro.
En fin, volviendo al inicio, creo que, de todos modos, el
independentismo irá haciendo camino sin necesidad de grandes argumentos, la
estulticia y la ineptitud de los políticos españoles lo garantiza.
Y mientras vamos avanzando —hacia quién sabe dónde—, habrá que tener
no obstante los ojos bien abiertos. Cuidado con la posibilidad del nacimiento
de tendencias políticas identitarias del tipo «izquierdistas en el trabajo y
derechistas en los valores», como la que en Francia protagoniza el movimiento E&R (Égalité et Réconciliation), desarrollado bajo la influencia intelectual de Alain de Benoist. Unas
declaraciones que muy educadamente rozan la xenofobia por parte de un antiguo
miembro de la izquierda independentista, candidato a la alcaldía de Terrassa el
año 2011, nos indican —por si lo habíamos olvidado— hacia donde pueden derivar
algunos nacionalistas: «Sabemos a estas alturas que la inmigración está
motivada mayoritariamente por ambiciones materiales de no estricta necesidad, podríamos
decir, más que por ninguna otra cosa. Pueden ser y son más pobres, pero esto no
es motivo para emigrar. Se puede ser pobre y vivir dignamente. Y quedarte en tu
país... ». Recuerda mucho el inicio de un viejo, triste y conocido discurso,
¿verdad?
Para concluir, quiero rememorar una imagen que me impresionó, la del señor Enric Mata, antiguo presidente de Unnim —acusado de malversación de fondos públicos, estafa y comportamiento fraudulento, y beneficiario de una pensión de cuatro millones de euros—, participando en un ensayo de la Via Catalana cap a la Independència en Matadepera el pasado 11 de septiembre. Ya veía yo que no era mi vía, me alegro de haber estado con los que rodeaban La Caixa y tienen claro quién es el enemigo. Ya lo he dicho antes, será preciso tener los ojos bien abiertos.
Para concluir, quiero rememorar una imagen que me impresionó, la del señor Enric Mata, antiguo presidente de Unnim —acusado de malversación de fondos públicos, estafa y comportamiento fraudulento, y beneficiario de una pensión de cuatro millones de euros—, participando en un ensayo de la Via Catalana cap a la Independència en Matadepera el pasado 11 de septiembre. Ya veía yo que no era mi vía, me alegro de haber estado con los que rodeaban La Caixa y tienen claro quién es el enemigo. Ya lo he dicho antes, será preciso tener los ojos bien abiertos.