El capitalismo ha formulado su tipo ideal con la figura del hombre unidimensional. Conocemos su retrato: iletrado, inculto, codicioso, limitado, sometido a lo que manda la tribu, arrogante, seguro de sí mismo, dócil. Débil con los fuertes, fuerte con los débiles, simple, previsible, fanático de los deportes y los estadios, devoto del dinero y partidario de lo irracional, profeta especializado en banalidades, en ideas pequeñas, tonto, necio, narcisista, egocéntrico, gregario, consumista, consumidor de las mitologías del momento, amoral, sin memoria, racista, cínico, sexista, misógino, conservador, reaccionario, oportunista y con algunos rasgos de la manera de ser que define un fascismo ordinario. Constituye un socio ideal para cumplir su papel en el vasto teatro del mercado nacional, y luego mundial. Este es el sujeto cuyos méritos, valores y talento se alaban actualmente. (Michel Onfray)


domingo, 20 de octubre de 2013

EL BOSQUE (2013)

Fotografía realizada por Alex Robertson


A veces me despierto y el día es resplandeciente, y a mis pies, en el llano, un viento templado mece las mieses y las ondula como las aguas de un mar dorado y plácido.

En la lejanía se divisan casitas de piedra, engastadas sobre extensos prados. El humo gris de las chimeneas asciende alegre y flota sobre sus tejados hasta que una brisa repentina los difumina con placidez, sutilmente.

Esa misma brisa se entrelaza con todos los sonidos del valle y me los ofrece como un cántico de extraña armonía.

El día es resplandeciente, sí, y en el horizonte, el cielo es tan azul que comienza a purpurearse.

Y justo cuando empiezo a pensar: «Si bajo hasta ahí, tal vez encuentre la calma precisa para meditar sobre todo cuando me ha sucedido en el transcurso de mi vida, y perdonar a quienes me dañaron y olvidar las ofensas que sufrí en silencio, y perdonarme también por todo el daño causado. Si bajo hasta ahí, tal vez consiga iniciarme en el arte de bien morir…», justo entonces, me encuentro de nuevo caminando en sueños por el bosque.

El bosque silencioso. Árboles sin hojas, sin ramas, sin copas. Sus troncos vítreos ascienden hasta un cielo de acero, sin estrellas, petrificado.

Sombra, sin voz, camino. No puedo detenerme pese al cansancio.

El abismo. Lo intuyo. Y no podré evitarlo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario