Podrías vivir mil años —manifiesta el nigromante—, si quisieras, sólo habrás de tener fe ciega en el progreso de la técnica y aplicar tu razón a la ciencia…
Estúpido mago —le replica el sabio caminante—, no adviertes que tan larga existencia haría que la vida misma me resultase insoportable. Mi razón me dice que acepte con fortaleza y sosiego la brevedad de mi condición perecedera.
¿A cuál de ellos tomar como maestro?
¡Quién pudiera convertir los tristes días efímeros en largas jornadas fulgurantes! ¡Quién pudiera vivir mil años en un eterno renacer del entusiasmo y el arrebato!
Porque cansan las derrotas y fracasos, querríamos creer en los sueños y remontar el vuelo, pero no somos ángeles caídos, sino hijos de la tierra.
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