Viñeta de Latuff |
No hace muchos días leí
en internet un artículo cuyo autor, en medio de
una larga y no muy bien redactada explicación sobre las razones del fracaso de España como estado —y justo
después de afirmar
salvadorsostreando que una de sus grandes aportaciones a la cultura universal
es el robo—, soltaba que «España sigue siendo uno de los países más
vergonzosamente antisemitas del mundo, en dura pugna
con Venezuela e Irán».
Siempre que leo afirmaciones como esta, me pregunto de dónde deben salir los datos que las sostienen y
me contesto enseguida que seguramente la Jewish Agency for Israel, de la Global Jewish Advocacy o de alguna agencia de desinformación o de algún grupo de presión similares.
Realmente cuesta creer que Cataluña —todavía incluida dentro de España, desde un
punto de vista jurídico-institucional— sea antisemita. Cualquier observador atento puede
darse cuenta de que el sionismo goza de muchas simpatías entre la derecha catalanista, posiblemente porque Jordi Pujol siempre ha tomado como modelo esa
ideología nacionalista judía, ya desde los tiempos más remotos de su proyecto mesiánico personal, pero también
sin duda porque el sionismo mueve bastante dinero y tiene mucho poder político.
En el ámbito
de la derecha catalanista hay destacados publicistas de la causa sionista, algunos dotados de un aura de intelectualidad como Joan B. Culla, y
otros más bien burdos como Pilar
Rahola, pero también hay bastante simpatizantes a la sombra como, por ejemplo, Alfons López Tena, que nos descubrió hace pocos días su simpatía por esa ideología: «Yo soy
proisraelí y prosionista. Al menos la mitad de los
miembros de mi partido son de la Asociación Catalana de Amigos de Israel ».
No tengo nada que objetar a sus declaraciones, cada uno es libre de
sentir simpatía por un bando o
por el otro en este conflicto, pero no dejo de encontrar
sorprendente que quien cree que hay que liberar al pueblo catalán de la opresión destructora del Estado
Español sienta tanta simpatía por el Estado de Israel en su lucha por
aniquilar al pueblo palestino.
Dejando al margen, pues, el caso particular de Cataluña, contra la
afirmación de que España es uno
de los tres países más antisemitas del mundo, sólo me cabe argumentar que no creo que un estado que cambia sus leyes para proteger a criminales de guerra israelíes
pueda ser tachado con ese calificativo tan desagradable. Eso fue lo que sucedió el año 2009, cuando el gobierno español, con el apoyo
de PSOE, PP, CiU y PNV, reformó
la Ley Orgánica del Poder Judicial para impedir que se volvieran a repetir
actuaciones como la de un miembro de la Audiencia Nacional que pretendía juzgar
Ben-Eliezer, ministro de Defensa de Israel, por una
masacre de 2002 en la que murieron once niños palestinos.
Si como parece las fuerzas políticas mayoritarias españolas y catalanas coinciden en su simpatía
hacia el sionismo y en su defensa del Estado de Israel, hay que pensar que los sospechosos de antisemitismo debemos ser, pues,
la gente de la calle con un mínimo
sentimiento humanitario a los que nos gustaría el fin de un largo conflicto en
el que consideramos que ambos bandos ejercen una violencia que afecta víctimas
inocentes, pero que al mismo tiempo no podemos dejar
de denunciar que en este enfrentamiento del Estado de Israel utiliza misiles de
la última tecnología y
bombas de racimo de fósforo blanco para apoyar su política de limpieza étnica, mientras los palestinos se limitan a defenderse con piedras y
cohetes artesanales para no seguir siendo aniquilados de manera lenta, pero
inexorable.
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