El lado obscuro del
liberalismo
¿Qué es el liberalismo? Dicen las
enciclopedias que es un pensamiento que tiene como objetivo la consecución de
la libertad para el individuo. Pues si esa es la respuesta correcta, ¿no
resulta extraño que haya personas que lo critiquen? ¿Acaso esas personas son
partidarias de las dictaduras o es que el liberalismo tiene un lado obscuro que
debe conocerse?
Algunas razones críticas pueden encontrarse, por ejemplo, en el libro Contrahistoria del
liberalismo (El Viejo Topo, 2007) de Domenico Losurdo. Desde
las primeras páginas, este profesor de filosofía italiano es implacable; revela
las ideas concretas y las prácticas cotidianas de destacados liberales —con
algunas excepciones, como la de Adam Smith— que en los siglos XVIII y XIX, en el
Reino Unido y sus colonias, hacen compatible la defensa de las libertades
civiles de los pueblos, las minorías y el individuo con una defensa cerrada de
la esclavitud de los negros, una esclavitud hereditaria que algunos políticos
proponían ampliar a los blancos pobres, aunque, tal como documenta el
historiador Howard Zinn en su obra de lectura imprescindible La otra historia de los Estados Unidos
(Hiru, 1999), en el siglo XVII de hecho ya existía la categoría social de los
criados contratados, que eran blancos «comprados y vendidos como esclavos»
durante los siete años que duraba el contrato de trabajo con el que pagaban el
pasaje del barco que los llevaba desde el Reino Unido a las colonias
americanas.
Es verdad que los liberales luchan contra
cierto tipo de esclavitud... En el siglo XVII, John Locke, el padre ideológico
del liberalismo, hace una crítica feroz de la esclavitud política que
significa la monarquía absoluta, pero eso no le impide redactar un artículo
de la constitución de Carolina que dice así: «Todo hombre libre de Carolina
tendrá poder y autoridad absoluta sobre sus esclavos negros». Una defensa de la
esclavitud laboral muy coherente, ya que proviene de un hombre que «es accionista
de la Royal African Company», una empresa dedicada al tráfico de esclavos.
¿Resulta necesario recordar el trato que
dispensaron los liberales de las colonias británicas a los nativos? Es bien
conocido: exterminio o confinamiento en tierras estériles. Ya en el siglo XVII
la facción liberal puritana emigrada a las colonias americanas comienza su
aniquilación después de equipararlos «los cananeos y amalecitas», etnias
predestinadas según la Biblia al exterminio, y como ellos nómadas y ocupantes «de
las tierras que Dios ha concedido expresamente a los hijos del hombre».
No es extraño, pues, que liberales de este
tipo tacharan de déspota a Abraham Lincoln, presidente de EEUU, tal como los
neoliberales de hoy califican de dictadores a Chávez y a otros gobernantes
latinoamericanos elegidos democráticamente. Para los liberales de los estados
del Sur, la defensa de los derechos de las personas que consideraban
infrahumanas —negros, nativos y blancos pobres— era una agresión intolerable
contra la libertad de comercio y empresa de aquellos que se consideraban únicos
integrantes de la humanidad: la nueva aristocracia de los grandes poseedores de
plantaciones... y las clases medias —pequeños agricultores, comerciantes y
artesanos—, necesarias para mantener su poder y sus riquezas.
Así pues, más allá de las apariencias, estos
son los objetivos reales del liberalismo: libertad y riqueza para una minoría,
libertad tutelada para las clases medias y opresión y pobreza para las clases
populares.
¿Qué es el liberalismo? ¿Podemos decir
ahora que es un pensamiento que defiende la libertad y la democracia «para los
dueños y señores»? Si es así, al resto de la sociedad no nos queda otra opción
que combatirlo sin tregua.
Jordi F. Fernández Figueras
Versión en castellano de un texto publicado en
Diario de Terrassa, 16 de enero de 2015,
y en Catalunya, marzo de 2014
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