Fotografia de Marta Escartín |
Aunque
nací para cosechar espigas de anhelos, transito por los laberintos de las
jornadas pétreas. En el vientre de la bestia, bajo la luz de la luna negra, el
sol es el recuerdo de un tiempo ya muerto.
He
dejado de ser y, sin embargo, permanezco, tal vez desnaciente, ex hombre, no
humano o bestia. En el vientre de la bestia, dentro de la placenta negra, el
espejo del sueño es un denso lago de cieno.
Mi
destino es solo fracaso, alfa y omega adverso, cercado por el horror de las
muertes concéntricas. En el vientre de la bestia y en la soledad más negra, el
presente es un eterno descenso a los infiernos.
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