El capitalismo ha formulado su tipo ideal con la figura del hombre unidimensional. Conocemos su retrato: iletrado, inculto, codicioso, limitado, sometido a lo que manda la tribu, arrogante, seguro de sí mismo, dócil. Débil con los fuertes, fuerte con los débiles, simple, previsible, fanático de los deportes y los estadios, devoto del dinero y partidario de lo irracional, profeta especializado en banalidades, en ideas pequeñas, tonto, necio, narcisista, egocéntrico, gregario, consumista, consumidor de las mitologías del momento, amoral, sin memoria, racista, cínico, sexista, misógino, conservador, reaccionario, oportunista y con algunos rasgos de la manera de ser que define un fascismo ordinario. Constituye un socio ideal para cumplir su papel en el vasto teatro del mercado nacional, y luego mundial. Este es el sujeto cuyos méritos, valores y talento se alaban actualmente. (Michel Onfray)


domingo, 17 de abril de 2011

DIÁLOGOS, MONÓLOGOS Y SOLILOQUIOS DE MONIGOTES: HABLAN LOS HOMÚNCULOS QUE ENCONTRÉ OLVIDADOS EN EL FALSO FONDO DE UN VIEJO BAÚL PARA CRISTOBITAS - 3 (2002)


Prudencio A. Paño se tropieza con un extremista cerril

—Te comprendo perfectamente. Es realmente duro haber combatido tanto tiempo a esas personas implicadas en todo tipo de delitos y terminar sin trabajo, sin familia y en un tris de acabar en la cárcel. Pero lo que no entiendo es cómo vuelves a reincidir...
—¿Cómo?
—Sí, como lo oyes. Puede ser que los propietarios de la empresa en la que trabajabas estuvieran enredados en allanamientos de morada, cohechos, chantajes, desfalcos, prevaricaciones, sobornos, abusos deshonestos, pederastia y tráfico de blancas, pero tú no debías haberte mostrado tan estricto.
—Pero...
—Escúchame, te hablo como a un hijo, no insistas, aprende de esta experiencia. Aún tienes mucha vida por delante. Recuerda mi consejo: tienes que evitar ser tan estricto. Tienes que comprenderlo, hay que mostrarse flexible. Flexible, ¿me entiendes? —dice con voz firme.
—De verdad, no me puedo creer lo que te estoy oyendo decir.
—¡Vale! Allá tú. Estréllate. De momento ya verás lo que te cuesta volver a encontrar otro trabajo en esta ciudad.
—No puedo creer que me estés recriminando mi honestidad...
—Tu intolerancia. ¡Que lo sepas! No quería decírtelo tan crudamente, pero con tu obstinación me vas a obligar a...
—¡Anda y vete a la mierda! —lo interrumpe su interlocutor y se marcha bufando.
—Desde luego... Quien dice las verdades, pierde las amistades.

Y se marcha a su casa moviendo la cabeza como quien no da crédito a lo que se tiene que aguantar cuando uno se trata con extremistas o fanáticos.

Fernando Embozo

—Pero, por favor, ¿no puede hacer nada para solucionar esto? No podemos aguantar más así.
—Debo decirle —replica Fernando Embozo— que su actitud es errática y fundamentada en la cultura de la queja; por tanto, anticuada. Usted es el principal obstáculo para la resolución del problema. Está conduciendo mal los intereses de toda esa gente, llevándolos hacia una confrontación que no corresponde a la realidad y que va a perjudicarlo a usted en primer término. Hágame caso, renuncie a las exigencias, cambie de actitud.
Se reclina en el sillón, respira relajadamente y forma un triángulo con las manos, juntando las yemas de los dedos y extendiendo los pulgares. Su mirada parece dirigirse hacia algo que contempla a través del cuerpo de su interlocutor:
—Debe usted aceptar las reglas de juego. ¿O es que obtiene algún beneficio con este embrollo?
Su mirada es ahora incisiva:
—¿Eh? ¡Conteste!


Primitivo Urbano o la lucha por la vida

—¡Eh, no empujar! ¡Eh, eh, eh, no empujar, coooño! ¡Que me salgo de la foto! ¡Me cago en tu padre! ¡Sácame la mano ‘encima! ¡Suéltame la corbata! ¡Vente p’acá, cabrón, hijoputa, te vas a enterar, me cago en tus muertos! ¡Trepa, que eres un trepa ‘mierda!


Sebastián Cordero

«¡Ay de mí!, ¿por qué no moriría ya en las entrañas de mi madre o, al menos, nada más nacido? La vida sólo me ha dado preocupaciones y dolor. ¿Por ventura no concluirán en breve los duros días de mi lucha? ¡Ay de mí, ay de nosotros, las buenas gentes! No sólo querían desequilibrar nuestro mundo, sino que, cruelmente, esas fieras pretendieron arrebatárnoslo todo.»
Retuerce sus dedos suavemente y luego enlaza con fuerza sus manos, hasta que enrojecen.
«No debo nada a nadie, mi riqueza es fruto de mi esfuerzo. Ese es el estigma de la elite que esta chusma menosprecia. Hemos creado un mundo, en constante crecimiento, dinámico, y esos degenerados, que sólo habían de recoger los frutos de nuestra iniciativa, nos respondieron con envidia y mezquindad.»
Se reclina hacia atrás, da un trago, posa las manos de dedos entrecruzados sobre su vientre. Levanta el rostro hacia el techo, con satisfacción; el cigarro  —inmenso y erecto como la chimenea de una fábrica— humea sobre su rostro.
«Por eso los combato sin tregua, sin misericordia. Aunque hayan caído; aunque sus hijos se revuelquen en el polvo, comiendo gusanos, comida para los gusanos, no se ha aplacado aún mi anhelo de venganza.»
Mientras se inciensa con su habano, piensa en lo dulce que es, aunque sea tan breve, por desgracia, el sabor de su venganza.


Fidel Hormiga

Fidel Hormiga dice:
—Yo no vivo para perder el tiempo.
Y se marcha corriendo porque tiene muchitísima prisa y el tiempo lo está matando.

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