Ahora ya no pretendo ni moldearme a dentelladas ni forjarme una
identidad a sangre, fuego y martillo contra el yunque, ya no.
No más formas de artificio, desesperantes, espejismos destinados a
disolverse tan pronto como el viento o la lluvia las ataquen, ya no.
No más desajustes, desarmonías y desequilibrios, ni aleaciones
imposibles ni tañidos soñados de campanas de hielo y fuego, ya no.
Con todas mis cicatrices, erosiones, desgarraduras, marcas de roces,
conflictos, colisiones… quebrado y en fragmentos, ya soy yo con casi plena naturalidad.
Mi identidad, como la de un árbol viejo, la han construido la lluvia y
el tiempo, los flujos y los nexos, el humus y el viento, y casi toda contra mi
voluntad.
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