Oh madre de todo lo que fue y de todo lo que será, ante ti me presento de nuevo, desnudo como cuando nací.
Tú, que acoges la semilla en tu seno fecundo, donde permanecerá en la húmeda obscuridad mientras espera que se cumpla su momento, tú, que permites que crezca hacia la luz, acógeme.
Cuantas veces la deposité en tus entrañas con mis propias manos, madre amante, sentí vibrante tu orden formidable, la potencia generadora que, junto a la luz solar, todo lo convierte en tesoro para los seres que fueron y serán.
Dadora de vida, de toda forma de vida, tu eres nuestra madre y hermanos somos el campesino humilde y el monarca altivo, la flor que embellece el día con su perfume e irisación y la sabandija ciega que devora una carroña en el légamo del albañal.
Tú, que nos nutres a todos y nada nos pides a cambio, tú, a quien todo lo debemos, cuerpo y vida cotidiana, día tras día, equinoccio tras equinoccio, devolviste a mis manos la cosecha que alimentó a mis hijos y devuelves la que alimenta a los hijos de mis hijos.
Oh madre de todo lo que fue y de todo lo que será, ante ti me presento de nuevo, desnudo como cuando nací.
Acógeme de nuevo, hazme permanecer en tu húmeda obscuridad mientras espero que se cumpla el momento del retorno y que me permitas crecer hacia la luz.
Tú, a quien todo lo debo, perdóname el mal que te hice cuando te herí, cuando olvidé que soy barro nacido de tu cuerpo y de las aguas que como hilos transparentes tejen caminos que unen tu más profunda y mansa obscuridad con la aérea y ardiente luz solar.
Acógeme, sí, conviérteme en tesoro, deja que te enriquezca y que conmigo enriquezcas todo aquello que será, acepta ahora la ofrenda de mi cuerpo marchito.
Oh madre de todo lo que fue y de todo lo que será, ante ti me presento de nuevo, desnudo como cuando nací.
Acógeme. Soy materia y te pertenezco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario