El capitalismo ha formulado su tipo ideal con la figura del hombre unidimensional. Conocemos su retrato: iletrado, inculto, codicioso, limitado, sometido a lo que manda la tribu, arrogante, seguro de sí mismo, dócil. Débil con los fuertes, fuerte con los débiles, simple, previsible, fanático de los deportes y los estadios, devoto del dinero y partidario de lo irracional, profeta especializado en banalidades, en ideas pequeñas, tonto, necio, narcisista, egocéntrico, gregario, consumista, consumidor de las mitologías del momento, amoral, sin memoria, racista, cínico, sexista, misógino, conservador, reaccionario, oportunista y con algunos rasgos de la manera de ser que define un fascismo ordinario. Constituye un socio ideal para cumplir su papel en el vasto teatro del mercado nacional, y luego mundial. Este es el sujeto cuyos méritos, valores y talento se alaban actualmente. (Michel Onfray)


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sábado, 11 de junio de 2011

¡NO OLVIDÉIS MI VOZ! (2002)


























                                                                                                                                                                                                                       .

domingo, 17 de abril de 2011

DIÁLOGOS, MONÓLOGOS Y SOLILOQUIOS DE MONIGOTES: HABLAN LOS HOMÚNCULOS QUE ENCONTRÉ OLVIDADOS EN EL FALSO FONDO DE UN VIEJO BAÚL PARA CRISTOBITAS - 3 (2002)


Prudencio A. Paño se tropieza con un extremista cerril

—Te comprendo perfectamente. Es realmente duro haber combatido tanto tiempo a esas personas implicadas en todo tipo de delitos y terminar sin trabajo, sin familia y en un tris de acabar en la cárcel. Pero lo que no entiendo es cómo vuelves a reincidir...
—¿Cómo?
—Sí, como lo oyes. Puede ser que los propietarios de la empresa en la que trabajabas estuvieran enredados en allanamientos de morada, cohechos, chantajes, desfalcos, prevaricaciones, sobornos, abusos deshonestos, pederastia y tráfico de blancas, pero tú no debías haberte mostrado tan estricto.
—Pero...
—Escúchame, te hablo como a un hijo, no insistas, aprende de esta experiencia. Aún tienes mucha vida por delante. Recuerda mi consejo: tienes que evitar ser tan estricto. Tienes que comprenderlo, hay que mostrarse flexible. Flexible, ¿me entiendes? —dice con voz firme.
—De verdad, no me puedo creer lo que te estoy oyendo decir.
—¡Vale! Allá tú. Estréllate. De momento ya verás lo que te cuesta volver a encontrar otro trabajo en esta ciudad.
—No puedo creer que me estés recriminando mi honestidad...
—Tu intolerancia. ¡Que lo sepas! No quería decírtelo tan crudamente, pero con tu obstinación me vas a obligar a...
—¡Anda y vete a la mierda! —lo interrumpe su interlocutor y se marcha bufando.
—Desde luego... Quien dice las verdades, pierde las amistades.

Y se marcha a su casa moviendo la cabeza como quien no da crédito a lo que se tiene que aguantar cuando uno se trata con extremistas o fanáticos.

Fernando Embozo

—Pero, por favor, ¿no puede hacer nada para solucionar esto? No podemos aguantar más así.
—Debo decirle —replica Fernando Embozo— que su actitud es errática y fundamentada en la cultura de la queja; por tanto, anticuada. Usted es el principal obstáculo para la resolución del problema. Está conduciendo mal los intereses de toda esa gente, llevándolos hacia una confrontación que no corresponde a la realidad y que va a perjudicarlo a usted en primer término. Hágame caso, renuncie a las exigencias, cambie de actitud.
Se reclina en el sillón, respira relajadamente y forma un triángulo con las manos, juntando las yemas de los dedos y extendiendo los pulgares. Su mirada parece dirigirse hacia algo que contempla a través del cuerpo de su interlocutor:
—Debe usted aceptar las reglas de juego. ¿O es que obtiene algún beneficio con este embrollo?
Su mirada es ahora incisiva:
—¿Eh? ¡Conteste!


Primitivo Urbano o la lucha por la vida

—¡Eh, no empujar! ¡Eh, eh, eh, no empujar, coooño! ¡Que me salgo de la foto! ¡Me cago en tu padre! ¡Sácame la mano ‘encima! ¡Suéltame la corbata! ¡Vente p’acá, cabrón, hijoputa, te vas a enterar, me cago en tus muertos! ¡Trepa, que eres un trepa ‘mierda!


Sebastián Cordero

«¡Ay de mí!, ¿por qué no moriría ya en las entrañas de mi madre o, al menos, nada más nacido? La vida sólo me ha dado preocupaciones y dolor. ¿Por ventura no concluirán en breve los duros días de mi lucha? ¡Ay de mí, ay de nosotros, las buenas gentes! No sólo querían desequilibrar nuestro mundo, sino que, cruelmente, esas fieras pretendieron arrebatárnoslo todo.»
Retuerce sus dedos suavemente y luego enlaza con fuerza sus manos, hasta que enrojecen.
«No debo nada a nadie, mi riqueza es fruto de mi esfuerzo. Ese es el estigma de la elite que esta chusma menosprecia. Hemos creado un mundo, en constante crecimiento, dinámico, y esos degenerados, que sólo habían de recoger los frutos de nuestra iniciativa, nos respondieron con envidia y mezquindad.»
Se reclina hacia atrás, da un trago, posa las manos de dedos entrecruzados sobre su vientre. Levanta el rostro hacia el techo, con satisfacción; el cigarro  —inmenso y erecto como la chimenea de una fábrica— humea sobre su rostro.
«Por eso los combato sin tregua, sin misericordia. Aunque hayan caído; aunque sus hijos se revuelquen en el polvo, comiendo gusanos, comida para los gusanos, no se ha aplacado aún mi anhelo de venganza.»
Mientras se inciensa con su habano, piensa en lo dulce que es, aunque sea tan breve, por desgracia, el sabor de su venganza.


Fidel Hormiga

Fidel Hormiga dice:
—Yo no vivo para perder el tiempo.
Y se marcha corriendo porque tiene muchitísima prisa y el tiempo lo está matando.

sábado, 16 de abril de 2011

DIÁLOGOS, MONÓLOGOS Y SOLILOQUIOS DE MONIGOTES: HABLAN LOS HOMÚNCULOS QUE ENCONTRÉ OLVIDADOS EN EL FALSO FONDO DE UN VIEJO BAÚL PARA CRISTOBITAS - 2 (2002)


Palabra y pensamiento de Manuel Duro Sevillano, asesor cultural free lance

Preceden ciento veinte páginas de informe cuya lectura oral podemos saltarnos tranquilamente para catar la número ciento veintiuno, amén de conocer los pensamientos del lector:
—La combinación entre elementos de orden general con otros altamente especializados, la sinergia entre intereses específicos grupales y objetivos supragrupales no siempre es fácil.
«En cuanto pueda, cojo el dinero y cambio de aires»
Prosigue:
—Una propuesta de orden asociativo, basada en la difusión de realidades culturales de ámbito social, puede tornarse una solución aparentemente rentable desde el punto de vista político y cuantitativo, pero, sin duda, será una solución cara, incapaz de autofinanciarse, poco creativa y, probablemente, condenada a desaparecer a medio plazo.—Esta solución permitiría resolver algunos de los conflictos aparentes que tiene planteada la presente política cultural local. Especialmente, dar una respuesta satisfactoria, pero elusiva, a las demandas persistentes por parte de los diferentes sectores asociativos y rebajar la presión que sufre por ello el Patronato Metropolitano de Cultura.
«Aunque, bien pensado, ¿no podría proponerles un reciclaje consultivo periódico?»
Matiza:
«Debería sugerirles un asesoramiento permanente. He enganchado esta buena oportunidad y no puedo dejar de escurrirla a fondo»
A continuación propone:
—Sin programas claros, la presión asociativa no cesa de crecer, pero sus concreciones son reducibles, condensables, reestructurables y, en definitiva, susceptibles de ser filtradas por un proceso de racionalización, a cargo de un equipo de expertos, que comporte obtener cierta rentabilidad...
«En los ruegos y preguntas tengo que introducir el mensaje subliminal de que mi empresa es la gestora más adecuada para conseguir reducir las ayudas hacia las propuestas de la chusma y orientar el presupuesto de la programación cultural hacia el circuito profesional del mundo del espectáculo. ¡Así nos aseguramos también las comisiones de los empresarios!»
Prosiguen ciento veinte páginas más del informe realizado por Manuel Duro Sevillano y Asociados que tranquilamente podemos soslayar.


Celestino Liante telefonea a Fidel Hormiga

—Sí, dígame.
—Hola. ¿Fidel? Soy Celestino.
—Sí, sí, dime.
«¡Cago’nlaputa! Ya me ha enganchado.»
—El otro día me encontré a Pepito Cara Cortés y estuvimos hablando. Le dije que hacía tiempo que...
«Jode’. Me podía haber quedado en la cocina.»
—¿Sí?
«¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!»
—...no organizamos nada y me comentó que justamente dentro de poco viene a Barcelona el director de un periódico nacionalista de Baltonia muy interesante que defiende...
 «¡Vaya!, de esa pandilla de xenófobos engreídos tenía que ser... ¿No se dará cuenta de qué calaña es esa gente?»
—¿Sí?
—...he pensado que tú, que tienes un cargo en el Ateneo, deberías de ofrecerle la posibilidad de...
Fidel Hormiga deja el auricular del teléfono sobre la mesita y se marcha hacia la cocina. Termina de cortar la lechuga y la echa en un plato hondo. Añade unos tomatitos enteros. Abre una lata de aceitunas rellenas y coloca unas cuantas bordeando las hortalizas. Sal, vinagre, aceite, orégano... A continuación empieza a rebozar unos filetes de lomo. De vez en cuando mira la hora que marca el reloj. Al cabo de un buen rato, con un suspiro, interrumpe su trabajo, se lava las manos y se dirige al recibidor.
—...la defensa de los rasgos étnicos diferenciales contra la uniformización centralista implica que...
—Muy bien, de acuerdo —le interrumpe Fidel—. ¿En qué día has pensado?
—Bueno, entre el 21 y el 24 sería lo más oportuno porque...
—Del mes que viene, ¿no?
—No, no, de este.
—¡Pero si no da tiempo para hacer ningún tipo de propaganda!
—Eso no es problema, tú mismo puedes hacer unos cartelitos fotocopiados y colgarlos por la calle. Quedamos así, ¿no?
—Es que además tengo que consultarlo...
—Ya me dirás qué día os va bien. Le digo que adelante, ¿vale? Bueno, si yu lueguer.
—Es que...
—Ti, ti, ti... Ti, ti, ti... Ti, ti, ti...
«¡La madre que lo parió! ¡La próxima lo envío a tomar...!»

viernes, 15 de abril de 2011

DIÁLOGOS, MONÓLOGOS Y SOLILOQUIOS DE MONIGOTES: HABLAN LOS HOMÚNCULOS QUE ENCONTRÉ OLVIDADOS EN EL FALSO FONDO DE UN VIEJO BAÚL PARA CRISTOBITAS - 1 (2002)


José Cara Cortés se explica

José Cara Cortés dice:
—¡La corrupción es inevitable!
Se pone de puntillas, se sube los pantalones, se acomoda el paquete y me apunta con el dedo:
—Un día te obsequian con una pluma de oro y… ¿qué vas a hacer? Devolverla sería de muy mala educación. Luego van cayendo más cosas, y no vas a decir que sí a unas y a otras que no.
Sí, así van cayendo las migajas de la mesa de los poderosos. Así, hasta conseguir la casita de campo en Matadepera.
Descanse en paz mosén Pepito, descanse en la paz y el silencio de los escaños, que la ademocracia es la más hábil de las tiranías.


Severo Paniaguado

Severo Paniaguado dice:
—Preciso que, en esta ocasión, pese a mi formación científica, voy a hablar como simple espectador, pero eso sí, espectador objetivo y crítico.
Silencio expectante en el patio de butacas.
—Podemos matizar que, efectivamente, algunos aspectos de nuestro presente social pueden y han de ser mejorados, pero en general, pese a las percepciones subjetivas que empañan la visión de quienes podemos diagnosticar como profesionales del negativismo, en general, repito, podemos afirmar rotundamente que nuestro presente es esperanzador, que todo va bien y que en cualquier futuro irá mejor.
Se detiene el tiempo justo para que su público respire aliviado y se sienta en paz. Prosigue hierático:
—Quienes se obstinan en el negativismo imprimen de esa cualidad todas sus acciones y contagian de su dolencia a quienes los rodean. Sin duda, con una terapia adecuada podrían sanar e integrarse en la fuerza de progreso constituida por quienes actuamos bajo las coordenadas del objetivismo y la crítica constructiva.
Concluye:
—Si alguno de ustedes desea formular alguna pregunta o solicitar alguna aclaración…
Se sucede entonces una retahíla de adhesiones y confesiones autocríticas que concluye poco a poco en un corrillo de catecúmenos que luchan entre sí por atraer en exclusiva la atención del maestro.


Justo Delicado

—La comprendo, créame usted que la comprendo, pero no soy yo quien ha creado las reglas del juego. En nuestra empresa, en cualquier empresa, nadie es imprescindible y el puesto de trabajo hay que ganárselo día a día.
A través del auricular se oye la voz de una mujer. Por el tono y el volumen podríamos calificar de persona indignada a su propietaria.
—Sí, sí, de acuerdo, su rendimiento era satisfactorio, no se lo voy a negar, pero usted comprenderá que si podía substituirla por dos jóvenes que cobrarán entre ambas la mitad de su paga y que, además, poseen una formación académica de la cual usted carece, no iba a desperdiciar la oportunidad.
Nuestro ejecutivo vuelve a escuchar las invectivas de su interlocutora y, entre tanto, respira hondo y eleva las cejas cuando no mueve la cabeza de derecha a izquierda con un gesto de santa paciencia.
—La entiendo perfectamente y además, para su información, le diré que conocía perfectamente todos esos factores cuando tomé la decisión de rescindir su vínculo con nuestra empresa. Sabía de su reciente divorcio, de que tiene a su cargo a su madre y a un hijo, así como de la hipoteca que tuvo que suscribir para hacer frente a la compra de una nueva vivienda... todo eso ya lo sabía, pues como gerente estoy obligado a conocer aquellas circunstancias de la vida privada de cualquiera de nuestros trabajadores que puedan afectar a su productividad, pero...
Pese a la lejanía, oímos perfectamente las voces cada vez más airadas de la interlocutora.
—¿Cómo? Eso no se lo permito. ¿Negrero? ¿Explotador? Me duele profundamente su actitud. Debo exigirle que modere su lenguaje o me veré obligado a cortar la comunicación. Posiblemente tiene usted toda la razón cuando afirma que la dejo tirada en el arroyo, pero eso no justifica esos insultos. Póngase en mi situación, es la ley del libre mercado...
Una frase breve restalla a través del auricular y Justo lo cuelga de manera brusca, con un gesto de desagrado en los labios.
—Jamás me habría imaginado tamaña grosería en boca de una persona a la que creía dotada de cierta educación. ¡Y además de un sexismo deleznable! Este mundo está podrido —se dice a sí mismo mientras se afloja un poco el nudo de la corbata.


Maravillas Pujanza habla claro

Maravillas Pujanza dice:
—A partir de esta premisa, la Ciudad del Infoconocimiento® es un proyecto de futuro, una apuesta decidida con liderazgo megapolitano que cuenta con la cooperación privada y se concreta en proyectos como el Plan Estratégico E1, una Nueva Calificación Urbanística para una Nueva Economía o la misma realidad de Metrópolis Dinámica que le aporta contenido.
«Eh, esto… ¿qué podemos contestarle, eh?»

miércoles, 19 de enero de 2011

EL RETORNO DEL CAPITÁN (2002)

Como si hubieran transcurrido la víspera, recordábamos sucesos de épocas lejanas.
Cuando las tardes invernales descendían sobre las colinas, acurrucados junto al hogar, tratábamos en vano de calentarnos. Ráfagas de aire frío y pegajoso que conseguían penetrar en la cocina hacían y deshacían volutas de humo plomizo. Arabescos. Trazos fascinantes. Una llovizna desacompasada ocultaba a ratos la visión del escaso paisaje que las brumas no habían ocupado.
En vano tratábamos de darnos ánimos recordando hazañas y aventuras de tiempos pasados. Quizá consiguiéramos sugestionarnos por un instante, los ojos entornados, pero la ilusión se desvanecía con un suspiro profundo, el silencio bajo la lluvia y el viento, la mirada fija en los troncos macilentos.

     Galopamos, libres, hasta reventar nuestras cabalgaduras. Los cabellos al viento. Llegar hasta los acantilados. Bordear vertiginosamente el abismo. Entre risas y gritos. Por instinto.
Subir hasta las cimas. Mirar el sol. Bajar alocadamente hacia el río. Corazón palpitante. Zambullirse en la hoya helada. Tumbados sobre las rocas. Sentir el placer del calor sobre la piel desnuda. Dulce languidez.
¾Y ahora, ¿adónde, capitán?
El crepúsculo en la taberna. Saciar el hambre y la sed. Música festiva de violines y acordeones. Danzas vertiginosas. Trazos fascinantes. Ritmos que se trenzan y destrenzan.
Recorrer vertiginosamente su cuerpo. Entre risas y gritos. Como un extranjero: sin ataduras, sin sentimientos, por instinto. Corazón palpitante. Zambullirse en el placer ardiente. Dulce languidez.

Marchar al alba. Atravesamos orgullosos, despreocupados, las callejas silenciosas. Herraduras contra pedernales. Galopar. Recorremos los caminos. Hacia la costa. Pasamos junto a los chamizos. Deprisa, deprisa. Que queden atrás. Desde sus puertas nos contemplan somnolientos, ensimismados.

Al llegar el alba, un rumor lejano, oíamos el galopar de la partida del capitán. Como ayer mismo venían a buscarnos.
¾Rápido, rápido. No le hagamos esperar.
Al abrir la puerta nos embriagaba la frescura del rocío, la fragancia de los campos de mayo.
Pasaban frente a nosotros, despreocupados, arrogantes. Los cabellos al viento. Hacia la costa, hacia el vértigo, a pasearse sobre el filo de la arista, sobre el abismo.
¾¡Esperad, esperad!
¾¡Capitán, capitán!
Y desde la puerta los veíamos pasar, con ojos somnolientos, entelados. Viejos.