El capitalismo ha formulado su tipo ideal con la figura del hombre unidimensional. Conocemos su retrato: iletrado, inculto, codicioso, limitado, sometido a lo que manda la tribu, arrogante, seguro de sí mismo, dócil. Débil con los fuertes, fuerte con los débiles, simple, previsible, fanático de los deportes y los estadios, devoto del dinero y partidario de lo irracional, profeta especializado en banalidades, en ideas pequeñas, tonto, necio, narcisista, egocéntrico, gregario, consumista, consumidor de las mitologías del momento, amoral, sin memoria, racista, cínico, sexista, misógino, conservador, reaccionario, oportunista y con algunos rasgos de la manera de ser que define un fascismo ordinario. Constituye un socio ideal para cumplir su papel en el vasto teatro del mercado nacional, y luego mundial. Este es el sujeto cuyos méritos, valores y talento se alaban actualmente. (Michel Onfray)


miércoles, 9 de abril de 2014

URUGUAY 1 - CRIMEN ORGANIZADO 0 (2014)





Conozco a personas preocupadas por si su equipo de fútbol predilecto ganará la liga y la Champions o si un fin de ciclo lo hundirá en la mediocridad de otros tiempos.

Yo estoy satisfecho porque creo que, en otra competición, esta temporada «el equipo de la cordura» ha ganado al menos un partido importante —y considero que no será la último— cuando el 23 de diciembre de 2013, José Mujica, presidente del Uruguay aprobaba un proyecto de ley dedicado a legalizar la producción, venta y consumo de marihuana, promoviendo al mismo tiempo la información y prevención sobre su uso. Esta ley, que supera de lejos la legislación holandesa, pionera en la despenalización del consumo, entrará en vigor el 10 de abril de este año .

Es un hecho que el consumo de estupefacientes no tiene ni tendrá freno —200 millones de consumidores en todo el mundo lo demuestran—, y el gobierno uruguayo también debía tener presente que la guerra de los estados contra la droga no hace sino fortalecer el poder y los beneficios de las organizaciones criminales, tal como lo confirma el ejemplo de Colombia y especialmente el de México, donde la guerra del estado contra la droga ha derivado en una verdadera guerra civil en la que hay momentos en los que incluso parece que los narcotraficantes ganen la partida.

En todo el mundo el poder de estos delincuentes ha ido aumentando debido tanto a la desmesura de su violencia, con prácticas terroristas espeluznantes, como a su pujanza en los ámbitos informático y financiero, y eso sin contar con la complicidad paradójica de cierta agencia de inteligencia que, desde hace décadas, ha financiado con dinero procedente del narcotráfico la lucha contra «los enemigos» del Imperio.

La legalización, al arrebatar de manos de los delincuentes el control del mercado, acabaría con el daño que causan a los individuos y a la colectividad, que es mucho peor —de manera cuantitativa y cualitativa— que el que provocan las drogas mismas.

Además de los casos de Holanda y ahora del Uruguay, nos encontramos que en el año 2011 un gran número de altos dirigentes de diversos países de América Latina y de Europa —conservadores y progresistas, tanto da, la cordura los aconsejaba— manifestaron de manera conjunta su oposición en las políticas represivas contra el consumo y el tráfico de drogas, y pidieron que se buscaran modelos de regulación legal, al tiempo que proponían: «Terminar con la criminalización, la marginalización y la estigmatización de las personas que usan drogas pero que no hacen ningún daño a otros [y de] las personas involucradas en los segmentos inferiores de los mercados ilegales de drogas, tales como campesinos, correos y pequeños vendedores. Muchos de ellos han sido víctimas de violencia e intimidación o son dependientes de drogas. Arrestar y encarcelar decenas de millones de estas personas en las recientes décadas ha llenado las prisiones y destruido vidas y familias, sin por ello reducir la disponibilidad de drogas ilegales o el poder de las organizaciones criminales».

Pues bien, en este contexto —cuando también en algunos estados de EE.UU., al cabo de años de la legalización del uso terapéutico del cannabis, ahora incluso se está legalizando para fines lúdicos—, no se puede entender que en España el gobierno de Mariano Rajoy se desmarque con un anacrónico Anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana (11/29/13) en el que hay artículos que contemplan sanciones de hasta 30.000 para el pequeño cultivo destinado al autoconsumo o para la posesión aunque no sea destinada al tráfico —hechos que no son, pues, constitutivos de delito— y de 600.000  para quien reincida tres veces en dos años.


Una vez más, con estas medidas represivas, el gobierno del PP parece empeñado en apostar por la ineficacia y en profundizar en el desprecio hacia la ciudadanía. ¿Hasta cuando tendremos que aguantar su estulticia y su mezquindad?


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