El capitalismo ha formulado su tipo ideal con la figura del hombre unidimensional. Conocemos su retrato: iletrado, inculto, codicioso, limitado, sometido a lo que manda la tribu, arrogante, seguro de sí mismo, dócil. Débil con los fuertes, fuerte con los débiles, simple, previsible, fanático de los deportes y los estadios, devoto del dinero y partidario de lo irracional, profeta especializado en banalidades, en ideas pequeñas, tonto, necio, narcisista, egocéntrico, gregario, consumista, consumidor de las mitologías del momento, amoral, sin memoria, racista, cínico, sexista, misógino, conservador, reaccionario, oportunista y con algunos rasgos de la manera de ser que define un fascismo ordinario. Constituye un socio ideal para cumplir su papel en el vasto teatro del mercado nacional, y luego mundial. Este es el sujeto cuyos méritos, valores y talento se alaban actualmente. (Michel Onfray)


miércoles, 18 de junio de 2014

¿ERA NECESARIO QUE PERE NAVARRO DIMITIESE? (2014)




No coincido políticamente, ni mucho menos, con Pere Navarro, pero si hace unas semanas llegué a la conclusión de que era necesario que dimitiese, mi punto de vista no se fundamentaba ni en el rechazo a la ideología que representa ni en el de las propuestas políticas concretas que defiende.

El motivo era que se había convertido en un «payaso triste» acostumbrado a recibir todas las bofetadas en los sainetes que se representan en el escenario de la política catalana, y que, cada vez que le daban una, había espectadores que estallaban en risotadas y se olvidaban las fechorías de los payasos bribones.

¿A quién se le ocurría pensar en los palos, puñetazos y pelotazos de goma de los mossos d’esquadra que herían, mataban y mutilaban ciudadanos —al menos durante el periodo en que los comandó Manel Prat—, si uno se podía pasar un mes entero riendo con la bofetada que le había espetado una señora de Ullastrell a Pere Navarro?

¿Quién pensaba en las declaraciones de la ex amante de Jordi Pujol Ferrusola sobre presuntos viajes a paraísos fiscales con maletas cargadas de billetes, si uno se podía reventar de risa con el pitorreo del payaso siniestro de las chaquetas de colorines cuando insinuó que la señora de la bofetada era la ex amante de Pere Navarro?

¿A quién se le ocurría quejarse por la demolición programada de la sanidad pública en Cataluña, ejecutada por el gobierno de Artur Mas, si uno podía indignarse por la grosería de Pere Navarro al preguntarle a la señora de la bofetada si se había acordado de tomar la pastilla para los nervios? O bien, ¿quién se acordaba de quejarse de los recortes en sanidad, si lo que le secuestraba la atención cuando navegaba por internet o leía diarios eran los sarcasmos o las lamentaciones hipócritas sobre «la demolición interna de uno de los dos grandes partidos que ha tenido Cataluña desde la Transición hasta nuestros días» llevada a cabo por Pere Navarro?

¿Qué decir de la escasa reacción pública ante la sentencia sorprendente que condenó a dos penas de seis meses de prisión para cada uno a los señores Millet y Montull, acusados ​​de haber cometido delitos de apropiación indebida, falsedad en documento oficial, prevaricación y tráfico de influencias en el «caso del hotel del Palau»? ¿Cómo perder el tiempo pensando en eso, si uno podía quedarse patidifuso porque Pere Navarro había denunciado la señora de la bofetada?

¿Y quién se preguntaría si «el caso Palau» —distinto del caso del hotel, aunque relacionado—, no acabará también con una sentencia ridícula y sorprendente —aunque de momento un juez ha concluido que, gracias a Millet y Montull, CiU recibió 5 millones de euros en comisiones ilegales de Ferrovial (empresa patrocinadora de la Fundación Orfeó Català - Palau de la Música Catalana) a cambio de adjudicaciones de obra pública durante el último gobierno de Jordi Pujol—, si uno podía distraerse abducido por la importante cuestión de por qué Pere Navarro no había dimitido tras el tropiezo de las elecciones europeas?

Pere Navarro se había convertido, pues, por obra y gracia de sus propuestas políticas y de los medios de comunicación controlados por CiU, en un magnífico elemento de distracción; pero no era necesario que dimitiera por este motivo, no. Ahora que ya lo ha hecho, ya verán como enseguida se encontrarán mil y una pantallas alternativas para desviar la atención de la gente de los basureros en que... presuntamente... están metidos algunos destacados miembros de CiU.

Terrassa, 06/11/14

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