El capitalismo ha formulado su tipo ideal con la figura del hombre unidimensional. Conocemos su retrato: iletrado, inculto, codicioso, limitado, sometido a lo que manda la tribu, arrogante, seguro de sí mismo, dócil. Débil con los fuertes, fuerte con los débiles, simple, previsible, fanático de los deportes y los estadios, devoto del dinero y partidario de lo irracional, profeta especializado en banalidades, en ideas pequeñas, tonto, necio, narcisista, egocéntrico, gregario, consumista, consumidor de las mitologías del momento, amoral, sin memoria, racista, cínico, sexista, misógino, conservador, reaccionario, oportunista y con algunos rasgos de la manera de ser que define un fascismo ordinario. Constituye un socio ideal para cumplir su papel en el vasto teatro del mercado nacional, y luego mundial. Este es el sujeto cuyos méritos, valores y talento se alaban actualmente. (Michel Onfray)


domingo, 5 de febrero de 2012

ANTE EL AGUA TURBIA DE UN CHARCO (2012)


Fotografía de Jordi Gual


¿Dónde se dibujó el primer trazo de este largo interrogante? No fue en un espejo, sino ante el agua turbia de un charco. 
Ante el agua turbia de un charco mi reflejo sobre el lodo me incitó a bucear en un pozo profundo, sin fondo.

No fue en un espejo, claro, preciso, esterilizante, que no puede manifestar sino un rostro sin significado. 
Ante el agua turbia y viva de un charco comenzó todo, allí nació la primera pregunta de este largo soliloquio.

¿Por qué, para qué, hacia dónde, hasta cuándo?


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