Mala memoria selectiva en Terrassa (2)
Gracias a Roig conocí a Antoni Marín, residente
en Francia, y a través de este entré en contacto con su padre, Federico. Nacido
en 1902 en Enguera, al iniciarse la revolución, coordinó los diferentes comités
de las empresas textiles colectivizadas de Terrassa, estudió su capacidad
productiva y sus necesidades de materia prima y se desplazó hasta Extremadura
para garantizar el suministro de la lana y el aceite industrial precisos.
Posteriormente presentó un proyecto de fusión de todas las empresas en una
sola, la Industria Fabril Textil y Anexas Socializadas, que fue aprobado en una
asamblea de comités.
Marín, como primer teniente de alcalde y
responsable de obras públicas, consiguió para la ciudad el suministro de aguas
del Llobregat que ha garantizado su abastecimiento hasta el presente. A finales
de 1938 se incorporó a la antigua Columna Durruti.
Antoni Marín, su hijo, sigue aún empeñado en
recuperar los archivos de la Comisión de Relaciones que permitirían conocer
detalladamente muchos aspectos de la lucha de los libertarios egarenses durante
el franquismo. El paradero actual de esos archivos (una veintena de carpetas,
la mayoría de las cuales estaban repletas de documentos manuscritos) es un
misterio: se remitieron desde Francia para ser guardados en Terrassa, pero
parece ser que alguien que durante determinado periodo perteneció a la CNT
decidió caprichosamente apropiarse de ellos. Como si no tuviéramos bastantes
dificultades, hemos sufrido el expolio de quien se vanagloriaba de “tener la
sangre rojinegra”.
Por cierto, este Antoni Marín no tiene ningún
parentesco con aquel otro que, en la inmediata postguerra, cayó en las garras
de Matalonga, un destacado falangista local.
A ese otro Antonio Marín, Matalonga y sus
secuaces le presentaron, atiborrado de laxantes, a los empresarios de Terrassa
en la sede de la patronal, el Instituto Industrial, y ante ellos le propinaron
una descomunal paliza que terminó como es de imaginar. Ese fue un espectáculo
que, pese al rechazo de una minoría, se repitió impunemente hasta el
fusilamiento del desdichado para el regocijo de la mayoría de esos “ciudadanos
respetables” que colaboraban en la vejación con sus mofas y chirigotas.
Ese mismo grupo de falangistas es el que, en
cierta ocasión, intentó prender fuego a la prisión de Terrassa, ya que el
funcionario responsable no les entregaba toda la “chusma roja” encerrada
—integrada especialmente por numerosas mujeres entre las que destacaba La
Abuelita Cazorla— para proceder a darles un trato semejante al mencionado.
Los guardianes tuvieran que patrullar toda la noche por los tejados, pistola en
mano, para evitar ese crimen genocida.
* * *
Borrosos reflejos del pasado, recuerdos de
recuerdos ajenos, esto es lo que os he expuesto hasta ahora. Ahora me
arrepiento de no haber mostrado en su momento, distraído por los avatares de la
vida cotidiana, más empeño en recopilar de manera sistemática todos los
testimonios orales y documentales posibles para tenerlos a la disposición de
quienes pudieran utilizarlos con mayor propiedad en el futuro.
¿Qué han aportado los historiadores
“profesionales” y los vocacionales de Terrassa a la historia del movimiento
obrero local? Escasas páginas. ¿Se han preocupado alguna vez de recopilar
sistemáticamente documentos y testimonios de la historia local? En absoluto,
véanse sino sus raquíticas y tendenciosas bibliografías. ¿Han procurado
analizar los datos disponibles y ofrecer conclusiones rigurosas? Sus
conclusiones han partido de la tradición oral de representantes de las
organizaciones burguesas de centro izquierda y derecha moderada. Hemos sufrido,
pues, una mala memoria selectiva que, salvo escasas excepciones, ha dado como
frutos biografías anodinas, evocaciones romanticoides, enumeraciones de
efemérides, erudiciones estériles o historias generales faltas de “la patita
izquierdista” o, más concretamente “de la patita cenetista”.
Las personas a las que me he referido y muchas
otras absolutamente anónimas, la organización que representaban y la clase
social a la que pertenecían forman parte de la historia de la ciudad de
Terrassa, pero como la historia la ha escrito casi siempre la clase dominante
y, en ella, a los oprimidos solo se les reserva el menosprecio o el olvido
(menosprecio y olvido en los que no han estado exentos de culpa muchos
representantes de las opciones “oficiales” de izquierda), de momento es muy
poco lo que podemos saber sobre este tema.
Dadas tanto la lógica reserva de los
integrantes del movimiento libertario como la lejanía en el tiempo de muchas de
las luchas sociales y laborales que protagonizaron, en estos momentos parece
una tarea casi imposible la de reconstruir la formación y la evolución de sus
idearios; conocer sus razonamientos, sus polémicas, sus estrategias; dilucidar
el grado de consecución de sus objetivos o la incidencia concreta de su
actividad en la estructura social de Terrassa; establecer su ubicación en el
contexto general de las luchas de clase de la España del siglo XX…
Aunque sea casi imposible elaborar de manera
amplia y profunda una historia social contemporánea constreñida a nuestro
ámbito municipal, ¿se estará aún a tiempo de recuperar algo del testimonio de
esa memoria perdida? Afortunadamente un grupo de historiadores locales (José
Luis Lacueva, Manolo Márquez, Josep Palau y Lourdes Plans) se dispone a
intentarlo por lo que respecta al periodo comprendido entre 1940 y 1979, y lo
hacen con la firme voluntad de no excluir a ninguna de las fuerzas que
contribuyeron a la resistencia contra el franquismo.
Primavera de 2005
(Publicado en Rojo y Negro, n. 178, mayo de 2005)
(Publicado en Rojo y Negro, n. 178, mayo de 2005)
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